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DINOSAURIOS:
Xenoposeidon proneneukus
17/11/07

Un estudiante descubre una nueva especie de dinosaurio en los sótanos
de un museo de Londres.

El Mundo (16/11/07)


Mike Taylor y su hallazgo

Mike Taylor, un estudiante de doctorado de la Universidad de Portsmouth (GB), ha descubierto en los almacenes del Museo de Historia Natural de Londres una vértebra que hace 113 años fue mal catalogada.

La vértebra que llamó la atención de Taylor fue descubierta en 1890 en Ecclesbourne Glen, cerca de Hastings, por un coleccionista local llamado Philip James Rufford. La catalogó el paleontólogo Richard Lydekker y la etiquetó como Morosaurus brevis, un nombre que ya no utiliza la comunidad científica pero que correspondería al Camarasaurus, un saurópodo común en América del Norte.

Era una vértebra cercana a la cadera de un dinosaurio saurópodo, sí, pero Taylor se dio cuenta enseguida de que era diferente de un camarasaurio. La sujeción de las costillas, la forma del canal de la médula, el costado más amplio de lo normal. Eran características inéditas que no conducían al Camarasaurus sino a una nueva especie.

El nombre que ha dado Taylor a la nueva especie es Xenoposeidon proneneukus y es muy difícil saber de él nada más que su tamaño aproximado. Entre 15 y 20 metros de largo y entre 2.800 y 7.600 kilos de peso. El hallazgo sugiere que los saurópodos son un grupo mucho más diverso de lo que hasta ahora se pensaba. Alrededor de 130 diferentes han sido identificados hasta ahora pero ésta representa probablemente –según la Universidad de Portsmouth- una nueva familia de dinosaurio.

Angela Milner, conservadora de Paleontología del museo, declaró que Xenoposeidon podría no ser la única especie nueva que se descubriera en la colección, debido a que muchos huesos no se han recatalogado en muchos años.


Los saurópodos

Los saurópodos (“pie de reptil”) fueron dinosaurios cuadrúpedos vegetarianos, con una gran variabilidad de tamaños, desde los 7 a los más de 40 metros de longitud, pudiendo llegar su altura hasta los 13 metros. Aparecieron en la segunda mitad del período Triásico, alcanzando su apogeo en el Jurásico Superior.

Los fósiles más antiguos encontrados de un saurópodo corresponden al Isanosaurus attavipachi, en Tanzania, del Triásico Superior. También se encontraron restos del género Vulcanodon, de 10 metros de longitud, en Zimbabwe, en rocas a caballo entre el Triásico y el Jurásico.


Los primeros hallazgos en Europa

Los primeros hallazgos que se atribuyen a un saurópodo fueron varias vértebras y huesos de las extremidades encontrados en Inglaterra en 1825, insertados en rocas del Jurásico Medio. John Kingston, su descubridor, no pudo identificar los huesos.

Dieciséis años después, Richard Owen publicó en 1842 un estudio sobre los reptiles fósiles británicos, en el que se incluían los estudios sobre algunos huesos que atribuyó a una nueva especie animal, que bautizó como Cetiosaurus (“reptil ballena”), debido a lo esponjoso de su estructura, similar a los huesos de ballena. Por ello pensó que se trataba también de un animal acuático relacionado con los cocodrilos. Posteriormente John Phillips, profesor de Geología de la Universidad de Oxford describió en 1871 más restos óseos, esta vez un esqueleto bastante completo de Cetiosaurius, con lo que sus inferencias constituyeron las primeras acertadas en cuanto al aspecto de un saurópodo.


Los saurópodos norteamericanos

Othniel C. Marsh fue el promotor del término saurópodo. Su rival Edward D. Cope describió parte del miembro delantero de un saurópodo en 1877, desatándose una dura competencia que favoreció una serie de descubrimientos de nuevos géneros, como Camarasaurus, Diplodocus y Apatosarus.

Entre 1890 y principios del siglo XX se incrementó el conocimiento de los saurópodos de Norteamérica, debido a las excavaciones promovidas por El Museo de Historia Natural de Nueva York, El Museo Carnegie de Historia Natural de Pittsburgh y las universidades de Kansas y Wyoming.


Otros descubrimientos

En España, a partir de los años 80 del siglo XX se han catalogado como dos géneros nuevos Aragosaurus, un camarasáurido procedente de Galve (Teruel) y Lirainosaurus, un titanosáurido excavado en Laño (Burgos), los dos del período Cretácico.

Posteriormente, en Peñarroya de Tastavins (Teruel), se extrajeron entre 1996 y 1997 restos óseos de un gran saurópodo del Cretácico.

Otros descubrimientos se han producido en Tendaguru (Tanzania), pertenecientes a restos óseos de Brachiosaurus y Dicraeosaurus. También otras variedades de saurópodos aparecieron en América del Sur, China y otras partes de Europa.


Curiosidades sobre los saurópodos.

Los apatosaurios medían hasta 21 metros y pesaban 30 toneladas. Ingerían piedras para favorecer sus digestiones, conocidas con el nombre de gastrolitos.

Los diplodocus, más famosos, llegaban hasta los 27 metros de longitud, pero eran de peso bastante inferior, unas 11 toneladas.

Un verdadero gigante, uno de los más enormes dinosaurios, era el braquiosaurio: pesaba 77 toneladas y medía unos 22’5 metros de longitud.

Durante años se pensó que era de hábitos acuáticos, debido a los agujeros existentes en su cresta, que le podrían servir para respirar. Sin embargo, recientes análisis indican que el braquiosaurio no podría haber soportado la presión en inmersión. Tal vez esos agujeros servían efectivamente para respirar, al modo de orificios nasales, pero no necesariamente el dinosaurio debía de estar en inmersión completa, con haber sumergido su cabeza para recoger plantas del fondo sería suficiente para poder probar la utilidad de dichos agujeros.

Las marismas podrían ser peligrosas para animales de gran tamaño debido a su peso, por lo que un largo cuello podría ayudarles a alimentarse desde una orilla más consistente. Subir y bajar la pequeña cabeza con el largísimo cuello cada vez que ingería bocados, podría haber sido de un paupérrimo balance energético, por lo que podría ser probable que su cabeza actuara como una cosechadora de plantas en los bajíos de las marismas, permaneciendo horas comiendo si necesidad de sacarla para respirar. No necesariamente hay que acudir al símil de la jirafa, que se alimenta de hojas de árboles, y que es la teoría propuesta por Riggs (1904) y admitida a partir de los años 70, que dice que estos grandes animales no debían de ser anfibios, sino totalmente terrestres, alimentándose de las hojas altas de los árboles. La cresta entonces serviría de caja de resonancia o indicativa de un poderoso sistema olfativo o una superficie de enfriamiento para la sangre.

En cuanto a estas teorías, habría que decir que los elefantes barritan sin necesidad de esa caja, los reptiles y las aves actuales no disponen de sistemas similares y en cuanto a la teoría del enfriamiento, la superficie de la cresta se nos antoja claramente insuficiente si la comparamos con la superficie de las orejas de los elefantes, que parece que sí sirve para ese cometido.

Los camarasaurios poseen también esos orificios nasales altos y se parecen a un braquiosaurio en pequeño (18 metros), pero es improbable que se alzasen sobre sus patas traseras como una jirafa -tal y como sugieren algunos investigadores- para la alimentación utilizando las hojas altas de los árboles. Algunos han sugerido incluso que los camarasaurus poseían una trompa como los elefantes.

Tal vez la clave del tipo de alimentación de los braquiosaurios y la posible utilidad de sus orificios nasales en lo alto de la cabeza nos la pueda dar la alimentación que se les supone a los apatosaurios: de ramas altas y de vegetación lacustre. Animales tan enormes y vegetarianos deben haber estado continuamente comiendo, por lo que acceder a la vegetación a distintas alturas parecería ser una ventaja adaptativa a través de sus largos cuellos, algo de lo que las jirafas no pueden presumir.


Notas sobre taxonomía

Cetiosaurus brevis ha pasado a ser Morosaurus brevis, según R. W. Hooley 1917.

Morosaurus becklesii es un sinónimo de Morosaurus brevis, según R. W. Hooley 1917.

Iguanodon bernissartensis corresponde a Iguanodon, según R. W. Hooley 1917.


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Antropología Última actualización 15/02/13

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